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ALGUNOS RECUERDOS SOBRE MIGUEL JÖRG
SOME MEMORIES ABOUT MIGUEL JÖRG
JORGE DIETSCH [1]
Resumen El primer encuentro que tuve con Miguel fue un desencuentro. Lo voy a resumir, aunque algún día lo publicaremos para que, aquellos que disfrutan de las polémicas, lo conozcan.
Abstract The first meeting I had with Miguel was a disagreement. I'm going to summarize it, although one day we will publish it so that those who enjoy controversies know about it.
Palabras clave: Biografía Keywords: Biography
Fecha de recepción: 15/09/2023 Fecha de aceptación: 22/09/2023
El primer encuentro que tuve con Miguel fue un desencuentro. Lo voy a resumir, aunque algún día lo publicaremos para que, aquellos que disfrutan de las polémicas, lo conozcan. Me habían publicado en la revista Propuesta del Centro Médico, revista de interés general, una especie de pequeño relato que, en la mirada de hoy, me parece más un ejercicio de taller literario. Como contenía dos o tres "malas palabras" (aún no había hablado Roberto Fontanarrosa en esa memorable intervención sobre las malas palabras en la reunión de la Real Academia Española en Rosario), algo le tocó al maestro Jörg y escribió una carta furibunda a la revista, de la que era colaborador, destruyendo al atrevido y desconocido autor. En el siguiente número de la revista se publicaron en el correo de lector varias cartas defendiendo al atacado. Recuerdo las de Joaquín Averbach, de Enrique Pianzola, de Pedro Begue. Esto ocurrió por el año 84-85, recién recuperada la democracia. Poco tiempo después me lo presentaron, y hubo entonces, a pesar de lo ocurrido, una corriente de simpatía y afecto que nos duró luego casi veinte años, hasta su muerte. Con Miguel trabajamos unos diez años en la revista CM Publicación Médica, y nos reuníamos casi todos los mediodías en la Biblioteca del CM. Él vivía a unas tres cuadras, en un departamento de la calle Bolívar. Llegar al CM, caminando con la dificultad que le producía su artrosis, le llevaba una media hora o algo más. Un día me mostró una fotografía en papel (no teníamos entonces cámaras digitales ni celulares) de una grieta en el cordón de la vereda y me dijo: "Mire, Jorge, dónde se le dio por crecer a esta plantita de alfalfa". Es decir que en esas pocas cuadras que le llevaba tanto tiempo recorrer, él aprovechaba para observar. Y para enseñar. Muchas veces, paraba a los chicos que salían de las escuelas y les hacía preguntas: ¿Cómo se llevan con sus padres? ¿Les gusta ir al colegio? ¿Practican algún deporte? ¿Qué les gustaría hacer en el futuro? Y muchas más. Recuerdo que una vez recogió el polvo que había en su balcón, y descubrió, al analizarlo (conservaba su viejo y hermoso microscopio que le vi regalar al Dr. Ulises Zanetto, anatomopatólogo destacado que reside en Inglaterra) que tenía parásitos de perros, que paseaban por la plaza Mitre y que el viento del sur llevaba hasta su departamento en un quinto o sexto piso. Desde su balcón, descubrió también en un terreno baldío, una plantación de marihuana. (Miguel, antes de ser médico, fue licenciado y luego doctor en ciencias naturales, graduado en Alemania. Esto le sirvió para luego, acompañar las investigaciones de Salvador Mazza como jefe de laboratorio de la MEPRA - Misión de Estudios de Patología Regional Argentina, organismo de la Universidad de Buenos Aires con sede en la ciudad de Jujuy). Estos ejemplos que con sencillez muestran el espíritu en el que conservaba la inquietud del investigador y la capacidad de asombro de un niño, Miguel, que a sus entonces ochenta años mantenía intacto, manifestaba ese don desde su infancia. Haciendo la escuela primaria, tendría unos 10 u 11 años, se le ocurrió pesar un chocolatín de una marca conocida, que decía en su envoltura que debía tener un peso de 20 gramos. Su padre tenía una balanza de precisión por su trabajo, y Miguel colaboraba ayudando en algunas tareas. Al pesar el chocolatín, notó que no pesaba los 20 gramos anunciados, sino 17, y que aún con la envoltura no llegaba a los 20. Le comentó al almacenero que le vendía la golosina, y le pidió pesar los chocolatines de una caja. El almacenero le prestó tres cajas y él comprobó que en dos de ellas se confirmaba la sospecha. Y en una, el peso era el correcto. Pocos días después, en la escuela, la maestra les encargó hacer una composición sobre algo que a ellos les hubiera causado curiosidad o llamado la atención. Aprovechó entonces su descubrimiento y lo describió en la tarea. La maestra, sorprendida, lo habló con la directora y se comunicaron con el dueño de la fábrica de los chocolates. En la fábrica hicieron el estudio para comprobar si era cierto y vieron que sí, que el niño tenía razón. Investigaron y descubrieron el motivo en el tratamiento y la hidratación y secado del chocolate. Invitaron a todo el grado a una visita a la fábrica, les regalaron chocolatines, y a Miguel una hermosa lapicera que le duró varios años. Jorge J. Dietsch
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